Por una granada madura
POR UNA GRANADA MADURA.
Sus ojos golosos descubrieron que la cáscara de la fruta se había quebrado. Se acercó y quitó una especie de piel fina, dejando al descubierto los pequeños granos, que brillaron como un puñado de rubíes.
Dudó un momento, luego la arrancó y le hincó los dientes.
El jugo rojo le tiñó la sonrisa clara, la cara, las manos, la blusa color cielo.
De pronto oyó pasos que se acercaban. Supuso que alguien la había descubierto, echó a correr y se arrojó al río.
Nadando con la destreza de un pez, llegó a la orilla opuesta.
El agua se había encargado de borrar las huellas de su diablura.
Úrsula Buzio
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